Tocada por Dios.

En cada bebé hay una gota de Dios; en Sabina hay 11 litros ya.

Ahora me doy cuenta de lo precioso que es el tiempo y lo fugaz que es la vida y esos pequeños momentos, nada me detendrá. Tranquilamente hago planes, hacemos planes.

Cuando estaba embarazada pensé que tener a Sabina sería una magia constante. Me imaginaba cómo nunca iba a poder quitarle los ojos de alguien que había creado, cómo valoraría cada sonido que haría, como observaría todo lo que haría. A veces se siente como yo había imaginado , pero sobre todo, la maternidad no se siente nada mágica. Yo soy culpable de ser impaciente y distraída. A todos nos ajustamos, a las cosas buenas y malas. Es a veces abrumador, siento que el día no alcanza. Es querer que sus siestas duren más para siquiera alcanzar a cocinar. Así que me tomo el tiempo , cada vez que me acuerdo , para ser consciente de lo maravillosamente alucinante que realmente es  todo. No sólo la maternidad y Sabina, sino la vida también. La vida pudo haber tomado más de 4 mil millones de años de evolución para diseñarnos a nosotros y aquí estamos en un planeta que flota en la Vía Láctea , rodeado de miles de millones de estrellas y galaxias. Y esto es todo, el momento en que escribo estas palabras , el mismo momento en que las lee , se trata de que estemos vivos. Lo más precioso y misterioso que cualquier otra cosa , por lo fugaz que es sólo un flash en la vida del universo.


Me tomo el tiempo para verla a ella, para ver la luz, para estar con ella, sentarnos y jugar, pararnos y correr, comer frutitas, tomar jugo.


Le doy el tiempo para que me mire, con su ojos, sus brillantes enormes y adorables ojos; que me tome con sus manos la cara y me coma la boca, que se recueste sobre mi pecho y suelte una de esas risitas que hace.


Le doy el tiempo de estar sola, con sus cosas, sus juguetes, sus muebles: su espacio.
Todo vale la pena por verla feliz, por sentirla contenta.